ELLA TIENE LA FÓRMULA SECRETA

No me obliga a sonreír. Me provoca sonrisas. Sonrío porque ella conoce una fórmula secreta, quizás sentándose sobre mis piernas, o mordiendo mi cuello, puede ser incluso cuándo se pinta los labios rojos con un vestido escotado y cruzamos miradas en el espejo.
El caso es que sólo ella sabe cómo.




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